Hoy es el día. Es duro decirlo, es duro aceptarlo, pero hoy es el día. Digo adiós a todo, salvo a mis recuerdos. Ya no habrán nuevas personas que conocer, ya no habrán nuevas páginas en las historias que he construido con cada persona. Todo eso se acaba. Todo eso se queda atrás.
Sí, he estado bastante abandonado durante este tiempo a las letras. Sí, parece que cuando las cosas funcionan, me olvido de vosotras, pero cuando todo vuelve a ir mal, retorno a pedir vuestra clemencia. Escribir es un rito para mí, de un dios que no entiendo pero que se que me castiga para que procree su obra. También es duro darse cuenta de eso, de que no soy yo quien escribe.
Las letras son mi camino y mi destino, y cuando me aparto de ellas, golpe tras golpe me enderezan. No os conté como la musa se disipó, no os conté como la mujer que me hizo perder la fé en la feminidad apareció justo cuando empezaba a dejar de odiar todo lo femenino, cuando dejaba ser cobarde y luchaba contra mis miedos por ser feliz. ¿porque ahora? No lo sé. Igual he errado cada zancada desde que alejé de ella. Igual el propio camino era un error y nunca debí irme.
- ¿Qué es lo máximo que estarías dispuesto a hacer por amor?
- Dejarla ir
He creido en esos versos durante una decada, igual para convencerme de que hacía lo correcto, igual para vestir de honor mis temores, para tapar la vergüenza de reconocer que nunca fui más que un cobarde. Me repetía una y otra vez que lo que vendría sería duro, pero que era lo que debía pasar. ¡Y me sentía orgulloso! Ignorante y estupido necio es lo que soy.
Pues bien, la realidad me ha vuelto a dar de cara. Ella volvío, y no estaba mejor como me decía yo a mí mismo. El otro no era mejor que yo, no la hacía más feliz. Todo lo contrario. La tuvo 7 años en desdicha constante... y yo ni siquiera perdí el duelo, me esfumé antes de que se produjera. La dejé sola, y yo he sido complice de ese maltrato. Y pese a todo, volvió. Rompió las amarras y se entregó a mí... y yo volví a ser feliz.
Pensé que ahora sí, todo funcionaría, pero no. Solo rompió algunas amarras, pero sigue sufriendo por el. El dolor no se va por quitar la espada, porque la herida sigue ahí tras la ausencia del metal. Y yo no puedo ser feliz si no la hago feliz, y en mi miseria, al dar con la realidad, me doy con otra que no quería ver...
He estado viviendo fuera de mis posibilidades y desatendiendo mis necesidades. No dí prioridad a mí negocio y hoy por fin me doy cuenta y decido que debe terminar. No se que haré con mi vida, pero se que se alejara de estas 4 paredes que tantos recuerdos me ha ayudado crear.
¡Adios cemento! ¡Adios marmol! ¡Gracias por todo!
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