Siempre ha sido un desastre. Si tengo que catalogar mi vida con una palabra sería descontrol. La planificación rara vez me tocaba y si lo hacía, pronto me olvidaba de ella. La pereza y la desgana siempre vencían.
Mi padre siempre me decía que necesitaba orden en mi vida. Una hora para acostarse, una hora para levantarse, una para comer... Ahora es hora de hacer tal cosa y luego de hacer tal otra... todo eso me aburría. No me gustan las ordenes, no me gusta la autoridad y no tenía intención de automandarme. No quiero dejar que lo que vaya a hacer lo impongan unas decisiones que tomé tiempo atrás, porque mi yo pasado no es mi yo presente. ¿Acaso es esto el destino? ¿sería preso de mí mismo?
Mi vida iba sin rumbo, así que tuve que aceptar que mi padre podría tener razón y que necesitaba orden. Y para mi sorpresa, le hice caso. Me busqué una meta en la vida, ideé un negocio y me puse unos horarios... y a trabajar. Reconozco que he recuperado autoestima, pero dudo que sea por el orden. He conocido muchas personas con muchas historias, y para mí, la conversación es la mejor literatura que existe. Eso me ha proporcionado satisfacción e incluso, porque no, felicidad.
Pero soy un animal cabezota, y mi instito me lleva a mis raices. Me siento esclavo de esta vida, de sus premisas, de tener que tener un plan para todo. Todo este orden es asfixiante. ¿que sería de la inspiración con tanto orden?
¿he convertido el orden en rutina? No lo sé, pero siento que estoy matando la improvisación, y sin improvisación, la vida no merece la pena ser vivida
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