"Esta noche toca fiesta". Eso me habían dicho mis amigos y eso me decía a mi mismo. La verdad es que yo no tenía ganas de salir. Lo hacía por ellos, pero también lo hacía por mí. Me vendría bien relacionarme. Me vendría bien estar con otra gente, gente a la que quiero, gente con quien me lo paso bien.
Pero llegó la noche y empecé a aburrirme. No es culpa de suya, simplemente yo no tenía ganas de nada. Solo me apetecía quedarme en casa y no hacer absolutamente nada. Y es que no hacer nada relaja. ¿pero de que tenía que relajarme? ¿porque estaba estresado? No lo sabía. Bebí para ver si me animaba, pero nada, todo seguía igual. Cada copa era como un puñal a mi conciencia que me decía: "¿Qué cojones haces aquí? Deberías estar en casa."
Cuando por fin la noche llegaba a su fin nos dispusimos a volver a casa. Fuí el único que se alegró. De camino la volví a ver. Era la chica del parque. La chica cuyo nombre no conocía. No pude evitar sonreir.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando uno de mis amigos se acercó y la saludó. ¡La conocía! En esos momentos quise besarlo. Nunca me he alegrado tanto de ser amigo suyo.
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Yo soy una persona que no sabe qué decir cuando acaba de conocer a alguien. No se como presentarme, como romper el hielo. No se comportarme en las distancias cortas. Me siento incómodo y me vuelvo mudo. Pero si un conocido me presenta otra persona, la cosa cambia. Ya teniamos algo en común, algo de que empezar hablar, y una vez empezaba no solía parar.
Siempre se me ha dado bien conocer a los demás antes de que me conozcan. Saber como son no por lo que dicen sino por como lo dicen. El lenguaje no verbal creo que lo llaman. Es un talento que desarrollé como mecanismo de autodefensa. Así sé que debo mostrarle a cada persona y asi puedo evitar que me hagan daño.
Tenía que aprovechar la ocasión Así que me acerque a mi amigo y los salude a ambos. Esperaba que mi
amigo me la presentara, pero no fue necesario. Ella misma se presentó.
Así fue como conocí su nombre y allí fue donde escuche su voz por
primera vez.
Ella era diferente. Sabia que la conocía antes de conocerla, y conforme la fui conociendo me iba dando cuenta de que no equivocaba. Yo partía con ventaja. Ya la había observado a la distancia, aunque sin atreverme a decirle nada. Sabía a que hora pasaba por el parque, aunque no sabía ni a donde iba ni de donde venia. Me daba igual. Yo me conformaba con verla pasar, asi que programaba la salida de mi perro a la calle para esa hora y esperaba a que pasara.
Pero una cosa era verla desde lejos y otra tenerla delante. Era mucho mejor. Podía mirarla fijamente a sus ojos azules como el cielo y descubrir sus particularidades. Podía ver el hoyuelo de su barbilla que le daba un toque infantil. Podía sentir su olor vainilla... Por primera vez en mucho tiempo me sentí feliz.
Le dije que su cara me sonaba aunque no sabía de que. Me dijo que yo también le sonaba, que si tenía perro y solía sacarlo por la mañana por mi parque. ¡Se había fijado en mí! Esto no hacía más que mejorar. Ahora era yo él que quería seguir de fiesta y no regresar a casa. Le pregunté si vivia cerca y me enteré que era justo en el edificio contiguo al mío. "Así que sois vecinos", le dije a la chica y mi amigo. "Sí, algo así", me contestó él. "Es mi hermana"