miércoles, 30 de septiembre de 2015

La última noche

Hace ya unos años viví una relación complicada. No es que la chica fuera complicada, el complicado era yo y contaminé la relación. Me he complicado siempre por vergüenza y por miedo. Siempre fuí un cobarde, y más aún, un soberbio. No me atrevía a reconocerlo.

La conocí en la playa cuando el verano tocaba a su fin, aunque ese fin supuso un principio. Eramos jovenes y teníamos todo el tiempo del mundo. Nos veíamos todo los días. Era tan guapa que me sorprendía que quisiera pasar el tiempo conmigo ya que podría haber elegido a cualquiera, pero me eligió a mí. Me lo pasaba bien descubriendola. Tenía unos bellisimos ojos azules. Creo que fué lo que me hizo perder la cabeza por ella.

Era sensible, aunque pretendía ocultarlo. Conforme pasaban los días, sentía que eran meses lo que pasaban. Celebramos nuestro "primer aniversario" a los 12 días. Recuerdo que le regalé un peluche. Pensé que esos momentos serían eternos, como nuestra relación. Pero no fue así.

Ella se llevó mi virginidad, ella se llevó mi corazón y mientras yo me enamoraba más y más, me dí cuenta de que no eramos compatibles. Disfrutaba hasta cada discusión, cuando se enfadaba y me abroncaba. Aún así la quería. Igual la quería más si cabe cuando debería replicarle, pero no podía.

Siempre he tenido la cabeza fría. Siempre he pensado no decir las cosas en caliente, y cuando ya estaban frías no veía sentido hablarlo. ¿para que sacar trapos sucios? Igual de eso intentaba convencerme. Igual eso fue matando la relación. Ella no toleraba bien las criticas y yo siempre que peleabamos le daba la razón y agachaba la cabeza como perro obediente. Así era feliz.

Pasaron tres meses reales y me dí cuenta de algo: debía para aquello. Iba a ser destructivo. No llegaba a ninguna parte y cuanto más tiempo pasara, más nos querríamos y más daño nos haría el adios. Pero fuí cobarde. La quería demasiado como para dejarla, así que me dejé llevar. Mis silencios fueron viciando la relación y poco a poco la fuí perdiendo. Ella cada vez se sentía más lejana. Quería que le dijera que estaba siendo irracional cuando lo era, que me enfara cuando debía hacerlo y que le gritara cuando se lo mereciera, pero yo solo callaba y la amaba en silencio. Nunca tuve valor para plantarle cara, me daba miedo perderla, y quizás fue por ello por lo que la perdí.

Fue en un viaje, el único que hicimos juntos. Recuerdo que llegamos al destino antes del alba y que nuestro apartahotel estaba cerrado. Desayunamos juntos. Luego volvímos a nuestro hospedaje y pudimos pasar. Nada más entrar la acaricié y le besé el cuello, pero ella me apartó. No insistí, como tantas otras veces. Quería hacerle el amor, pero no tenía ganas de insistir. Ella era todo amor y mala hostía, como un gato. Al poco se echó a llorar. Me dijo que ella quería que la hubiera cogido con fuerza y le hubiera hecho el amor de forma violenta. Que no tenía sangre. Que la respetaba demasiado. Se puso a llorar. Me dijo que no sería fácil para ella porque ya llevabamos dos años juntos y me quería, pero que no era feliz. Que lo nuestro no funcionaba...

Por una vez le contesté en vez de callarme. Me partió el alma verla llorar. No hay nada más triste que el llanto de un niño o de una mujer. Saqué la fortaleza que nunca tuve y me mantuve sereno. Le dije que yo le tenía mucho aprecio. Que respetaba su decisión aunque no la compartía. Que yo tenía ganas de seguir luchando, pero que la iba a dejar en paz si eso era lo que ella quería.

También le dije que si era capaz de verme como amigo, que nos quedaramos y pasaramos el fin de semana, juntos o separados, y que disfrutaramos el viaje. Que sería un bonito punto y final. Que si quería volverse nos volvíamos ya mismos, pero que fueramos practicos... ¿que teníamos que perder?

Por una vez la convencí y accedió a quedarse. Fuimos juntos a la playa, vimos la ciudad, compramos regalos y por la noche salimos a tomar algo. Al volver, yo saqué la botella de ron que me había traido y me quede en la terraza mirando al mar. Siempre me ha tranquilizado mirar al mar. Pensar que aunque no se vea más allá, hay tierra al otro lado. Solo soy consciente de que el mundo gira cuando me quedo parado frente al mar. Me bebí la botella entera y me fumé todo lo que llevaba. Pensé en toda nuestra relación, en esos defectos suyos que tanto amaba. Pensé en lo poco romántica que era pero en lo que se emociaba al ver una pelicula sensimoñas. Recuerdé el poema que le escribí y la cara de asco que puso cuando se lo leí, o aquella vez que me presente con un ramo de rosas en su casa pero no estaba. Su madre casí llora de alegría al verme y me dijo que me escondiera. Puso las flores en su habitación y hasta encendió unas velas. Al llegar y verlas, lo unico que dijo fue: ¿Quien se ha muerto?

Mi dignidad, eso fue lo que se murió. Y toda la ilusión que puse en querer darle una sorpresa. No volví a intentarlo. Como tampoco volví a intentar escribrirle un poema. Intenté ser más esa persona que ella necesitaba, pero solo fingía ser quien no soy, cada vez más debilmente al ir perdiendo poco a poco las fuerzas.

Borracho me fuí a la cama, y esta vez ni intenté tener sexo con ella. La observé. Estaba tan bella. Parecía tan inocente y tan indefensa. Me dí cuenta de cuanto la quería, de cuanto la echaría de menos y de cuanto me dolería su marcha, pero estaba ya borracho y drogado, así que cerré los ojos y me dormí.

El día siguiente paso muy parecido. Visitamos más lugares, comimos algo por ahí, nos bañamos y cuando ella lloraba, yo intentaba consolarla. Me tocaba a mí ser el fuerte. Sentía que era yo el que la había dejado ya que era ella quien lloraba. Mis lágrimas las llevaba por dentro. Tuve en esos momentos la entereza y la dignidad que no tuve en toda la relación. Al caer la noche me hubiera bebido otra botella pero no me quedaba alcohol, ni tampoco nada que pudiera colocarme al fumarlo. La noche iba a ser más dura que la anterior. Me volví a sentar pensativo en la terraza. Ella se acostó. Yo también, pero no quería dormir. Pensaba en que no volvería a compartir un colchón con ella. Pensaba en que quizas no volvería a mirarle a los ojos y decirle que la amaba. Pensaba que ahora sí, todo mi mundo se moría, y yo sentía ganas de morir con él.

Espere a que se durmiera. Luego la observé. Entonces si lloré, en silencio. Iba a ser la última vez que la veía dormir. Nunca olvidaré ese momento. Me salí fuera y lloré toda la noche. No quería despertarla. Lloré hasta que me quede seco y el sol salió a secar mis lagrimas. Me acosté antes de que se desperará. No quería que me viera así. No quería que llorara al verme llorar. Y así murió mi última noche con ella.

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